Isaías 54:17 (NVI) «Ningún arma forjada contra ti prevalecerá, y refutarás toda lengua que te acuse. Esta es la herencia de los siervos del Señor, y esta es su vindicación de mi parte», declara el Señor.
Mateo 21:21 (NVI) «Jesús respondió: “En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo podéis hacer lo que se hizo a la higuera, sino que también podéis decir a este monte: ”Anda, tírate al mar“, y se hará”».
Marcos 9:24 (NVI) «Inmediatamente el padre del muchacho exclamó: “¡Creo, ayúdame a vencer mi incredulidad!”»
1 Juan 4:18 (NVI) «En el amor no hay temor. Pero el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo. El que teme no está hecho perfecto en el amor».
Ya has descubierto que el pecado de Adán, transmitido de generación en generación, te había separado de Dios. Esta brecha sólo fue superada por el sacrificio perfecto de Jesús en la cruz por todos los que lo recibieran como Hijo de Dios y nuestro Señor. La salvación se logra y nuestros pecados son perdonados cuando aceptamos a Jesús en nuestras vidas. Sin embargo, continuamos siendo confrontados en la vida por el pecado que debemos vencer.
Algunos de los mayores tropiezos que enfrentamos son el miedo, la duda y la incredulidad. Y, desafortunadamente, muchos Cristianos no se dan cuenta que aceptando estos son, en realidad, pecando voluntariamente contra Dios. El Señor se ha revelado como nuestro buen Padre y proveedor, Aquel que nos creó con buenos planes para nuestras vidas. Él nos ha dado la mente de Cristo; y el poder, la autoridad y el autocontrol son nuestros. Tenemos al Espíritu Santo para que nos enseñe a vivir con el fruto del Espíritu y a parecernos más a Jesús. ¡Es hora de que estemos más alertas a las trampas a nuestra fe y valentía por Jesús!
Reflexiona sobre lo que son estos enemigos tan escurridizos. La duda en nosotros cree que Dios Puede pero cuestiona que El lo hará. La incredulidad es una falta total de confianza en que Jesús realmente logró lo que necesitas para tu vida actual y eterna. No confiamos en Su vida, Su misión y Sus palabras y, por lo tanto, Sus promesas, aunque son férreas por parte del Creador de todas las cosas, son desestimadas por la incredulidad. Afortunadamente, la lección de Marcos 9:24 nos muestra que Jesús está dispuesto a limpiarnos de estos pecados cuando se los llevamos a Él. Mateo 21:21 nos muestra como nuestra autoridad es restaurada al desecharlos.
Pedro nos advierte en 1 Pedro 5: 8: «Estad alerta y sed sobrios. Vuestro enemigo el diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar». El enemigo hace mucho ruido, trayendo miedo y ansiedad y sus efectos secundarios de malas decisiones, y problemas médicos inducidos por el estrés. Cuando te rindes ante él, ocupa espacio donde deberías tener una gran fe. Como un matón que entra en tu territorio, continuará demandando tu atención hasta que tu fe flaquee y tus ojos se aparten de Jesús.
Nuestro Salvador, Jesús, ha conquistado a cada uno de estos enemigos. Nos volvemos como un bebe de barro con manos y pies pegajosos y sucios cuando proclamamos nuestro miedo y caminamos sin poder contra estas armas enemigas. El Señor nos ha provisto de una espada espiritual del Espíritu de la Palabra-es decir, verdades escriturales para pelear nuestras batallas. Como declara el Salmo 46:1-3 (NVI), «Dios es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre presente en tiempos de angustia. Por eso no temeremos, aunque la tierra ceda y los montes caigan en el corazón del mar, aunque sus aguas bramen y espumen y los montes tiemblen con su oleaje».
La Biblia está llena de exhortaciones a creer en la provisión y promesas de Jesús para tu bienestar y vida abundante en Él. Mientras hablas estas escrituras, arrepiéntete de cualquier acuerdo con el enemigo y recibe el perdón del Señor; renuncia a dar importancia a las falsedades del enemigo; reemplaza los pensamientos negativos con la verdad de la Biblia y continúa resistiendo al enemigo. El Señor te limpiará y volverás a tener poder.
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